top of page

La gran vida


Conoce a Tatiana. Bueno, en realidad nadie la llama así, le dicen Tati. Tati es una chica tranquila con ganas de algo grande, no como su forma que cambia a diario. A veces es grande, a veces pequeñita y aún no sabe por qué. Es como si su tamaño se ajustara a sus ideas... ¡Y ojalá esta chica las controlara! Es muy complicado cuando las dimensiones de una persona dependen de cómo amanezca su imaginación ese día.

Pasan cosas extrañas como que a veces no alcanza la cafetera en las mañanas y tiene que llegar a su trabajo más somnolienta que de costumbre, eso es cuando amanece pequeña. Pero cuando despierta más grande, entonces se golpea con todas las esquinas, paredes, sofás y hasta tropieza con sus propios pies. Obviamente no sabe dónde comienzan ni terminan sus extremidades esos días.

Tati todavía no sabe qué es eso especial que la espera en algún lugar de su destino. Pero este martes se sintió como si la aguardase en la próxima esquina; entonces, este martes, Tati era la más alta de la cuadra. Si hubieses estado esa tarde en Nueva York probablemente la hubieses visto y tal vez la hubieses reconocido, llevaba ese fuego por dentro que se siente a kilómetros y sobrepasaba a todos al menos por una cabeza. La habrías avistado desde lejos, incluso en esa ciudad de millones.

Caminaba por las calles estrechas de las afueras de la gran ciudad tratando de encontrar el camino para el lugar donde se supone va a vivir el próximo año durante su pasantía o ¿tal vez es su primer trabajo? O quizás va saliendo de un mal breakup. Alguna de esas, cualquiera... Tati es una chica en transición. Está empezando algo y está buscando también quién se supone deba ser por el próximo año o tal vez por el resto de su vida.

"¿Es la línea naranja o azul?", piensa. Revisa el mapa que aún no memoriza. Nunca lo va a hacer, Tati sabe que no puede confiar en su memoria. Siempre debe verificar con la realidad sus pensamientos. "Es la naranja". La toma.

Eran cerca de las seis de la tarde cuando llegó a Time Square el lugar donde se supone todo pasa al mismo tiempo como una especie de collage viviente, como ella. Era esa hora donde no se sabe si está amaneciendo o anocheciendo y Tati se siente tan extraña que se siente en casa. No sabe adónde se dirige, se bajó en esta estación casi por casualidad. Ella solo sigue su cuerpo que va manejado por el mar de gente saliendo del vagón donde se montó por error esta tarde. Tati se deja llevar, nunca se ha sentido tan incapaz y eso le gusta. No controla nada de lo que pasa y entre empujones piensa que todo eso es un poco incómodo, pero no le importa. Es algo así como la versión existencial de una novela sadomasoquista y está bien, tal vez Tati encuentre algo detrás de todo eso que parece tan anormal.

Sube las sucias y antiguas escaleras del subway pensando cómo demonios el sudor, los acentos, el saxo ("¿o es una marimba sonando a lo lejos?"), pueden ser tan caóticos y armoniosos al mismo tiempo. Interrumpe su propio pensamiento: "¿cómo puedo confundir esos dos sonidos tan disímiles?", mientras sigue escalando los empinados escalones.

Los trenes llegando llenan los espacios entre el desorden y sus ideas, le impiden razonar y Tatiana sigue dejándose llevar. Le gusta no pensar un rato en por qué llegó a esta ciudad con demasiadas ambiciones y muy poco dinero mientras recuerda que tendrá que compartir su pequeño cuarto, que además está a una hora de donde irá a trabajar, con una roommate y su perro gigante. El perro, Tombó, no tiene buenos modales según las referencias en Craigslist.

Empieza a surgir de las profundidades de la tierra y mira hacia arriba. Eso de voltear hacia el cielo es como un instinto en las grandes ciudades, como si estuviesen diseñadas para además de crecer hacia arriba, hacer a las personas disminuirse hacia abajo. Y eso que hay mucho más que ver en un cielo despejado que en un paisaje atiborrado.

Tati se siente diminuta, completamente empequeñecida en espacio y tiempo. Suspira. Y entre pensamientos borrosos y grises siente que respira pero que el aire no la llena. Respira más profundamente y algo la invade, pero no es el poco oxígeno que arranca de los que la rodean y que también pelean por algo que respirar entre tanta gente. No es eso, es algo más y es pesado. Se siente pesada y vacía al mismo tiempo y se dice a sí misma en un grito callado que sale como un instinto: "Listo. El trabajo está hecho. Nada que yo haga jamás llegará a estas luces que me rodean. Jamás inundarán a nadie. Nada de lo que diga se leerá en esos avisos y confundirá a los turistas... Mi pasos no marcarán el concreto ni la nieve que será barrida al pasar, o peor, pisada mil veces más después de mí hasta que no quede ni rastro alguno. ​​¿Pasó por ahí un humano o un un millón de ratas huyendo de un incendio en la cocina de un restaurant?"

"Mi nombre no es Tatiana, es nada." Miró al suelo sintiéndose un poco menos pequeña, ya no veía los edificios, solo sus pies. Siguió caminando para hacer la transferencia a la línea naranja ("¿o era la azul?"). Tal vez el perro no sea tan mal compañero después de todo.

###

Featured Posts
Recent Posts
Archive
Search By Tags
No tags yet.
Follow Us
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page